A veces me toca hacer recados. Intento hacer un solo viaje por semana, para evitar sobrecargas y colapsos. Pero claro, debido a mi horario laboral, solo puedo hacerlo los fines de semana. Y eso significa supermercados llenos de gente y ruido.
Por eso creía que era buena aprovechar y hacer mis recados hoy, aprovechando mis vacaciones. Así no tengo que hacerlos el fin de semana y me doy tiempo para descansar y recuperarme. Tiene sentido, ¿verdad?
Bueno, sí. El Lidl estaba bastante tranquilo. Pero los dos otros supermercados… Igual que siempre, qué agobio. Lo gracioso es que, sin quererlo, fui a uno de ellos durante su “hora tranquila”. Dejad que os lo diga muy clarito: hora tranquila los cojones.
En teoría, cuando están en la hora tranquila, reducen el volumen de la música y tratan de minimizar el uso de luces, para que aquelles con sensibilidad sensorial no se sobrecarguen. Y bueno, no puedo juzgar lo de la música, por eso de que siempre llevo mis cascos. Pero lo de las luces… No había diferencia. Todas las neveras tenían las luces encendidas. La iluminación principal estaba al mismo nivel de siempre. En resumen: todo estaba igual que siempre.
No obstante, eso no es lo que me molesta. En teoría, la hora tranquila de este supermercado es… De lunes a jueves, de dos a tres de la tarde. ¿Y sabéis dónde estoy normalmente a esa hora?
¡En el trabajo!
Exactamente: es como si hicieran estas concesiones de accesibilidad en una franja horaria en la que, en teoría, hay menos público haciendo la compra. Sí, por eso de que mucha gente está trabajando. Por lo tanto, no se molesta al consumidor promedio, y al final el público que se beneficia es bastante reducido. En mi opinión, a menos que seas une adre que tiene que llevar a su peque autista al súper o alguien cuyos horarios de trabajo sean extraños o inexistentes, no te vas a beneficiar de medidas así.
Lo que me lleva a mi siguiente punto: la sociedad nos trata a las personas neurodivergentes como si dejáramos de serlo una vez alcanzamos la mayoría de edad. Esto es un error bastante grave, porque no solo no es verdad: deja barreras invisibles que nadie está dispueste a eliminar por nosotres.
Un ejemplo: hace no mucho tuve que cambiar los detalles de pago de una suscripción. ¿Cuál es la única forma de hacerlo? ¡Por teléfono! Porque aparentemente gestionar esa suscripción mediante una página web es mucho esfuerzo para elles, parece, así que es mejor tener una centralita. Al coste de dificultar o incluso imposibilitar el acceso a parte del público, parece ser.
Esto me hace pensar en las circunstancias de hace unos tres años. ¿Os acordáis de lo de tener que hacer colas para entrar en el supermercado? ¡Yo sí! Y dejad que os cuente por qué: por entonces tenía esa dichosa enfermedad que me hacía tener un control nefasto de mis necesidades corporales, así que tener que esperar en una cola más de media hora era, cuanto menos, una idea terrible. Que ojo, yo tuve suerte y les chiques del supermercado cerca de casa entendían que lo mío era por problemas de salud y me dejaron usar el baño un par de veces. No obstante, soy consciente que no siempre es así. Lo cual me está llevando a la conclusión a la que quiero llegar: no todas las discapacidades son iguales, y ofrecer una accesibilidad limitada no es una buena idea.
Sintiéndolo mucho por quien tuvo la idea de la hora tranquila, pero no es suficiente. Si hay supermercados de la cadena que pasan de hacerla y hay clientes que no pueden acceder a ella, ¿cuál es el punto? Y me diréis: pues entonces haz la compra online, quejica. La mayoría de cadenas que hacen entregas tienen un importe de cesta mínimo, y si necesitas un par de cosas y no una compra completa, no tiene sentido, porque al final acabas gastando mucho más dinero que si fueras al súper directamente a comprar las dos cosas que necesitas.
La accesibilidad debería ser el estándar. No quiero que vuelvan los límites de aforo, aunque en cierta manera me gusten. Pero sí que opino que poner música a todo trapo conseguirá que me dé prisa en lugar de ceder a las susodichas compras impulsivas. O el tema de las luces, que a este paso voy a acabar haciéndome unas gafas tintadas graduadas solo para poder estar a gusto fuera de casa. No hay dos personas discapacitadas iguales, pero puede que enfrenten problemas de accesibilidad parecidos. Hagamos nuestros espacios más accesibles para todes.