Hoy me gustaría escribir de algo que llevo mucho tiempo posponiendo, pero que por fin he conseguido comprender: ceguera facial o prosopagnosia.
Esta condición consiste en la dificultad o incluso imposibilidad de reconocer y recordar caras. Incluso de personas cercanas, como amigues o familiares. Aunque no hay estudios que prueben un vínculo entre autismo y prosopagnosia, muches autistas, entre los que me incluyo, afirman tener problemas en este aspecto.
Hablando desde mi caso personal, sé que mi ceguera facial está conectada a mis niveles de estrés. A mayores niveles de estrés, mayores dificultades para reconocer caras. Normalmente, me toma un poco más de tiempo para reconocer a las personas de mi entorno, pero cuando mis niveles de estrés se disparan, he llegado al extremo de tener dificultades de recordar mi propio rostro.
Al principio, me era muy intimidante estar en entornos que no conozco justamente por esta razón. Además, aparentemente mi cara es muy común, por lo que tengo historias de gente que han afirmado conocerme de algo. Aunque en la mayoría de ocasiones se ha tratado de confusiones, cuando esas personas realmente me han conocido en el pasado, al ser gente que he conocido de forma muy superficial, simplemente soy incapaz de recordar nada de elles, creando situaciones muy incómodas para mí. Aquí es cuando entran mis estrategias de reconocimiento.
En mi caso, suelo reconocer a las personas de mi entorno por su pelo. ¿Problema? El corte, color y estilo son muy volubles, y por lo tanto, este indicador no es del todo fiable, ni siquiera con amigues. Por eso, cuando tengo muchísima confianza con alguien, pseudobromeo con el hecho de que no quiero que se corten el pelo o se tiñan. O no al menos sin avisar. Me ha pasado que personas de mi entorno olvidaron comentarme sobre su nuevo look y he acabado en el baño teniendo un colapso.
Otro indicador que uso, mucho más fiable y duradero, es el estilo de vestir. Cuando es una persona cercana, incluso prendas concretas. Por ejemplo, si une de mis amigues suele llevar vaqueros y camisetas con mensajes, si un día decide llevar un traje, es muy probable que tarde más de lo normal en reconocerle. Obviamente, si alguien que conozco decide llevar un cosplay, es altamente probable que sea incapaz de ver a la persona bajo él, especialmente si la caracterización está muy lograda.
A veces, cuando alguien tiene un rasgo muy reconocible, lo recuerdo enseguida, hasta el punto de que no olvido a esa persona en años. Ni siquiera su nombre. Eso sí, por si acaso, procuro no revelar esta información porque a veces estos rasgos pueden resultar ofensivos.
Tengo muchas historias personales relacionadas con el hecho de que me cuesta reconocer caras. Algunas divertidas. Otras, no tanto. A pesar de que digo educadamente “Lo siento, tengo ceguera facial”, muches no lo entienden o actúan ofendides, hasta el punto de acusarme de mentir sobre mi condición por no haberles saludado por la calle. Señora, podría estar paseando por cualquier zona de Manchester, cruzarme con Camus de frente y no reconocerle, a pesar de que tengo una itabag cubierta con su cara. ¿Por qué tendría que reconocerla a usted?
No obstante, mi prosopagnosia también me hace confundir caras que me parecen similares, hasta el punto de que mi cerebro ha “fusionado” a dos personas porque para mí son iguales. Hay dos altos cargos en mi compañía a los que veo con muy poca frecuencia, Mark y Paul. Ambos tienen una complexión parecida, como solo les veo en horario laboral visten en uniforme, e incluso sus voces son muy similares. ¿Cómo puedo saber quién es quién? ¿De verdad que no son gemelos idénticos? ¿Coincidiré algún día con los dos en el mismo sitio y me desmayaré por el shock de comprobar que son dos personas? Quién sabe.
Sé que mis historias relacionadas con mi ceguera facial son un tanto increíbles. Una de ellas incluso podría formar parte de una autobiografía que titularía “Los eróticos infortunios de Mx. Von Karma”. Pero sé que no es el momento, ni el lugar de hablar de ello. Y mejor así, ya que soy muy consciente de que muchas anécdotas de mi vida parecen obra de mi imaginación, pero como se suele decir, la realidad supera a la ficción. Y mi realidad es que a veces te preguntaré quién eres.