TW: DESAHOGO, CAPACITISMO
Digamos que este texto es un desahogo de los que tengo que echar sí o sí. Por el bien de mi salud mental. Otra cosa es si decido publicarlo no. Y, desde luego, si me decido a hacerlo, tengo claro que no será un viernes. Tengo artículos que considero más valiosos como contenido y prefiero que sean esos artículos los que se lleven la medallita de artículo semanal.
Una de mis cosas menos buenas es que a veces me paso demasiado tiempo rumiando en mi mente ciertos pensamientos y sucesos. Está bien reflexionar sobre cosas ya ocurridas, pero cuando llegas al extremo de pensar en la misma cosa una y otra vez sin descanso está claro que debes parar, resolverlo y dejarlo ir. Y yo ya llevo un par de días rumiando esto y fastidiando mi estado de ánimo en el proceso. No es sano. Y, de hecho, espero que escribir esto me ayude a romper el círculo vicioso.
Antes de seguir, os preguntaréis qué tiene que ver esto con el espectro autista. Fácil: eso de estar rumiando cosas pasadas es algo muy, muy nuestro. Obviamente, no es un aspecto que yo pondría en la lista de cosas positivas. Pero no por ello debería intentar negarlo y esconderlo. Simplemente asumirlo y buscar formas de romper con esa rutina cuando esto sucede.
Vayamos a lo que me está haciendo rumiar…
Desde febrero estoy yendo de forma semanal a una agencia de empleo para personas discapacitadas. No diré el nombre porque no quiero darles publicidad. Aunque claro, esto no es precisamente publicidad positiva. Pero como no existe en España, pues tampoco importa mucho.
La mayoría de la gente a la que he visto acudir a esta agencia ha sido por discapacidades físicas o más evidentes que la mía. De hecho, cualquier persona con cierto raciocinio no se atrevería a discutirle a estas personas el hecho de que son discapacitadas. En mi caso ha sido muy diferente, ya que como sabréis, el autismo no es una discapacidad visible. Y esto ha acarreado muchos problemas de capacitismo hacia mi persona.
Cuando empecé a ir, aunque ya empezaba a mostrar signos de depresión, lo cierto es que la combinación que hacían mi autismo y mi estrés postraumático no era precisamente buena. Aunque por este entonces no se mostraban demasiado exigentes conmigo ya que estaba haciendo unas prácticas en una residencia de mayores.
Al poco de terminar estas prácticas mi depresión se hizo muchísimo más evidente. Y si el cóctel autismo-estrés postraumático ya era malo, el cóctel autismo-depresión-estrés postraumático es aún peor. Ha habido muchos días en los que he sido incapaz de articular palabra. Otros en los que procesar el lenguaje hablado me era una tarea titánica. Otros en los que directamente el funcionar me era imposible. Y, a pesar de que se lo estuve contando a la persona que lleva mi caso, se negó a creer lo que le estaba contando. Y lo que es peor: fui tratada de una forma terriblemente capacitista por el mero hecho de no poder ser capaz de poner mis pensamientos en palabras orales. Varias veces.
Este no ha sido el único acto reprobable del que he sido víctima. Muchas veces me he visto en la tesitura de tener que educar a esta persona sobre cómo es mi autismo y cómo lidiar con mis diferencias de forma eficaz. En mis días buenos trataba de hacerlo hablando, mientras optaba por dibujar y hacer croquis en mis días menos buenos. Pero se ve que mi educación no sirvió de nada.
En mayo empecé unas prácticas en una cafetería. Fui destinada a una de las tiendas más tranquilas justamente por mis necesidades sensoriales. Pero el hecho de tener que levantarme extremadamente pronto para poder llegar a tiempo, pasar seis horas en un ambiente cálido como es la zona del lavavajillas, ser forzada a mantener contacto social por la naturaleza del trabajo y tener que aparentar que estaba bien aunque por dentro estaba anímicamente fatal consumía todas mis fuerzas. Eso por no hablar de que los zapatos con los que estuve trabajando eran tan malos que me provocaban dolor de pies e incluso me resbalé tres veces en dos semanas debido al poco agarre de los mismos. Esto me causó bastante dolor en mi rodilla izquierda, ya que las tres veces me golpeé justo ahí.
Después de esas dos semanas, este trabajador me dio la crítica que mi supervisora había hecho de mí. Y, a pesar de que ya había hecho el esfuerzo de educar a esta persona para comunicarse efectivamente conmigo, se pasó mis consejos por el Arco del Triunfo y me dijo las cosas sin tacto alguno. Sabiendo que mi salud mental estaba (y está) en un punto crítico. Y así fue como me pasé casi una semana anímicamente fatal porque esta persona no me escucha cuando me comunico.
Al acabar las prácticas y saber que esta empresa no se molestaría en contratarme, este trabajador insistió en darme otra crítica, a lo que yo me negué enérgicamente por carta explicándole mis razones. Me negaba a pasar otra semana como aquella solo porque esta persona no sabe comunicarse conmigo de forma efectiva a pesar de educarla para ello. Y ya que esta persona, a raíz de la crítica anterior, empezó a creer que realmente tengo depresión, comenzó a plantearse que quizá yo tenía razón.
Y aquí es cuando llegamos a la semana pasada. Enla cita semanal, además de este trabajador, había otra señora que, a diferencia de otra gente que he visto trabajar para esta agencia, sí se molesta en aprender y aplicar diferentes técnicas de comunicación. Así fue como llegamos a las siguientes conclusiones, todas ellas muy obvias para mí, pero no tanto para elles.
· Este empleado ha estado fallando estrepitosamente comunicándose conmigo.
· La infame crítica de mediados de mayo no estaba planteada de forma constructiva y, además, se hizo demasiado tarde. Eso sumado a ciertos infortunios hizo que al final no pudiera aplicar la parte constructiva del meollo.
· La razón por la que no tengo trabajo no está relacionada con una supuesta falta de fortalezas o habilidades. El sistema no funciona para mí (ni para prácticamente nadie autista, acoto). Además, como alguien de mi entorno me dice: “No puedes encontrar un trabajo que no existe”.
Con todo esto, me voy a casa con deberes: hacer una lista de cosas que sí puedo hacer y cosas que no puedo hacer, lo cual es muy sencillo. Después del fiasco y la fatiga de la cafetería ya sé muy bien qué puedo hacer y qué no. Y por cuántas horas.
Así es como llega el último viernes. Para mi disgusto, todo lo que habíamos avanzado con la ayuda de esta mujer cae en saco roto. Este trabajador insiste en que debo seguir por la vía clásica de obtener un trabajo, la cual ha sido brutalmente ineficaz desde que empecé mi búsqueda, hace ocho meses. Además, para hacer que la vía clásica funcione para mí, todo cuanto se le ocurre es que debo hacer trabajo voluntario, ya que según él no tengo fortalezas ni habilidades remarcables.
Olvidemos el hecho de que ahora mismo mi prioridad es encontrar un trabajo pagado. En lo que va de 2016 he estado trabajando de forma gratuita durante dos meses, sin contar el trabajo hecho en NeuroAwesome. El hecho es que la residencia y la cafetería dicen lo mismo de mí: soy una persona trabajadora, que realmente quiere aprender y que puedo hacerlo muy rápido. No todo el mundo puede decir esto de sí misme. De hecho, a la gente de la residencia les gustaría seguir teniéndome como voluntaria, pero ahora mismo con mi salud mental en tan mal lugar, cuidar de gente con problemas relacionados con demencia senil no es algo que pueda asumir psicológicamente.
Además de las fortalezas descritas por estas personas, las cuales me han visto en plena acción, también destacan que tengo muy buen uso de la iniciativa y que sé gestionar muy bien el tiempo que tengo disponible. Admiten que otras habilidades tales como mi atención al cliente, mis habilidades intrapersonales o mi habilidad para seguir instrucciones no le llegan a las primeras dos. Pero no por ello debería considerarlas como asignaturas pendientes. Son buenas, pero quizá podría mejorarlas un poco. Así que sí, soy una persona con varias habilidades, y todas ellas son valiosas e importantes. ¡Y eso que no estoy contando las que he adquirido fuera del trabajo! Si no, fácilmente podría terminar de escribir mañana.
¿Entendéis mejor cómo me siento? Aunque tengo fortalezas y habilidades que otra gente solo puede soñar, todo está siendo menospreciado. Y, a sabiendas de que lo que realmente necesito es tener un empleo remunerado, esta persona todo cuanto quiere es marear la perdiz para tenerme más tiempo acudiendo a esa agencia. Y todo para que, al final, cuando encuentre trabajo (si es que lo hago xdxdxdxd), esta agencia pueda pedirle una subvención al fondo europeo por todo el tiempo que he estado ahí.
De hecho, lo único que parece que ha empezado a romper el círculo vicioso ha sido hablar con mi mejor amigo, con el que obviamente me comunico muchísimo mejor y, como ya he dicho en alguna otra ocasión, resulta que también es neurodivergente. ¿Su consejo? Un poco de trabajo voluntario no me hará daño, especialmente si es algo que me gusta, como una biblioteca o un refugio con gatetes (esto último es cosa mía…) Pero estar dedicando unas 20-30 horas semanales como en los otros sitios no tiene otro nombre sino trabajo gratis. Y, aunque él no me ha dicho nada, sé que no quiere que acabe fatigada como he acabado las otras veces. Cansada soy una gata insoportable, él debe saberlo mejor que nadie.
Así que, aunque este tipo no escuche mis razones y sea incluso capaz de menospreciar el trabajo que hago aquí, haré trabajo voluntario. No porque él me lo diga. Lo hago porque quizá encuentre algo que me guste y se me dé bien. Pero este tipo se querrá apuntar el tanto. Y si alguien se puede apuntar el tanto, ese es mi amigo, no él.
Y, a modo de curiosidad, me ha dado por calcular más o menos cuanto tiempo le dedico a NeuroAwesome por semana y me han salido unas 10 horas de media, sin contar el tiempo que paso en redes sociales, ya que no es un tiempo que use de forma exclusiva para las cuentas de Facebook y Twitter del proyecto. Pero sí, entre que busco información, la leo, aprendo por mi cuenta, mejoro pequeños detalles del blog, escribo, traduzco, edito mis escritos para el momento de la publicación semanal, modero los comentarios que empiezan a llegar e incluso los respondo hago esas diez horas. Y, a veces, si mi semana me lo permite, puedo dedicar incluso más tiempo. Normalmente mis “horas extra” sirven para dejar más artículos escritos y no tener que preocuparme por andar corta de contenido. A veces este extra lo uso para buscar más información y poderla ordenar. Y todo cuanto se os ocurra. Por supuesto, todo cuanto hago aquí es voluntario, y quiero que así lo siga siendo. De hecho, me resulta muy gratificante y quitando momentos puntuales es un trabajo libre de fatiga. ¿Por qué despreciar esto?
En cuanto a lo de esta agencia, este señor y toda la movida, si algo tengo claro es que no me queda más remedio que esperar el milagro de que alguna empresa vea todo el potencial que tengo y decidan darme un trabajo. Pero claro, si me fuerzan a seguir usando el método clásico de solicitar un trabajo, esperar a que me ofrezcan una entrevista y hacerla, entonces no verán nunca todo lo que puedo hacer. En cuanto a mí misma, debería dejar de rumiar. No soy una cabra ni una vaca como para poder vivir rumiando.
Después de esas dos semanas, este trabajador me dio la crítica que mi supervisora había hecho de mí. Y, a pesar de que ya había hecho el esfuerzo de educar a esta persona para comunicarse efectivamente conmigo, se pasó mis consejos por el Arco del Triunfo y me dijo las cosas sin tacto alguno. Sabiendo que mi salud mental estaba (y está) en un punto crítico. Y así fue como me pasé casi una semana anímicamente fatal porque esta persona no me escucha cuando me comunico.
Al acabar las prácticas y saber que esta empresa no se molestaría en contratarme, este trabajador insistió en darme otra crítica, a lo que yo me negué enérgicamente por carta explicándole mis razones. Me negaba a pasar otra semana como aquella solo porque esta persona no sabe comunicarse conmigo de forma efectiva a pesar de educarla para ello. Y ya que esta persona, a raíz de la crítica anterior, empezó a creer que realmente tengo depresión, comenzó a plantearse que quizá yo tenía razón.
Y aquí es cuando llegamos a la semana pasada. Enla cita semanal, además de este trabajador, había otra señora que, a diferencia de otra gente que he visto trabajar para esta agencia, sí se molesta en aprender y aplicar diferentes técnicas de comunicación. Así fue como llegamos a las siguientes conclusiones, todas ellas muy obvias para mí, pero no tanto para elles.
· Este empleado ha estado fallando estrepitosamente comunicándose conmigo.
· La infame crítica de mediados de mayo no estaba planteada de forma constructiva y, además, se hizo demasiado tarde. Eso sumado a ciertos infortunios hizo que al final no pudiera aplicar la parte constructiva del meollo.
· La razón por la que no tengo trabajo no está relacionada con una supuesta falta de fortalezas o habilidades. El sistema no funciona para mí (ni para prácticamente nadie autista, acoto). Además, como alguien de mi entorno me dice: “No puedes encontrar un trabajo que no existe”.
Con todo esto, me voy a casa con deberes: hacer una lista de cosas que sí puedo hacer y cosas que no puedo hacer, lo cual es muy sencillo. Después del fiasco y la fatiga de la cafetería ya sé muy bien qué puedo hacer y qué no. Y por cuántas horas.
Así es como llega el último viernes. Para mi disgusto, todo lo que habíamos avanzado con la ayuda de esta mujer cae en saco roto. Este trabajador insiste en que debo seguir por la vía clásica de obtener un trabajo, la cual ha sido brutalmente ineficaz desde que empecé mi búsqueda, hace ocho meses. Además, para hacer que la vía clásica funcione para mí, todo cuanto se le ocurre es que debo hacer trabajo voluntario, ya que según él no tengo fortalezas ni habilidades remarcables.
Olvidemos el hecho de que ahora mismo mi prioridad es encontrar un trabajo pagado. En lo que va de 2016 he estado trabajando de forma gratuita durante dos meses, sin contar el trabajo hecho en NeuroAwesome. El hecho es que la residencia y la cafetería dicen lo mismo de mí: soy una persona trabajadora, que realmente quiere aprender y que puedo hacerlo muy rápido. No todo el mundo puede decir esto de sí misme. De hecho, a la gente de la residencia les gustaría seguir teniéndome como voluntaria, pero ahora mismo con mi salud mental en tan mal lugar, cuidar de gente con problemas relacionados con demencia senil no es algo que pueda asumir psicológicamente.
Además de las fortalezas descritas por estas personas, las cuales me han visto en plena acción, también destacan que tengo muy buen uso de la iniciativa y que sé gestionar muy bien el tiempo que tengo disponible. Admiten que otras habilidades tales como mi atención al cliente, mis habilidades intrapersonales o mi habilidad para seguir instrucciones no le llegan a las primeras dos. Pero no por ello debería considerarlas como asignaturas pendientes. Son buenas, pero quizá podría mejorarlas un poco. Así que sí, soy una persona con varias habilidades, y todas ellas son valiosas e importantes. ¡Y eso que no estoy contando las que he adquirido fuera del trabajo! Si no, fácilmente podría terminar de escribir mañana.
¿Entendéis mejor cómo me siento? Aunque tengo fortalezas y habilidades que otra gente solo puede soñar, todo está siendo menospreciado. Y, a sabiendas de que lo que realmente necesito es tener un empleo remunerado, esta persona todo cuanto quiere es marear la perdiz para tenerme más tiempo acudiendo a esa agencia. Y todo para que, al final, cuando encuentre trabajo (si es que lo hago xdxdxdxd), esta agencia pueda pedirle una subvención al fondo europeo por todo el tiempo que he estado ahí.
De hecho, lo único que parece que ha empezado a romper el círculo vicioso ha sido hablar con mi mejor amigo, con el que obviamente me comunico muchísimo mejor y, como ya he dicho en alguna otra ocasión, resulta que también es neurodivergente. ¿Su consejo? Un poco de trabajo voluntario no me hará daño, especialmente si es algo que me gusta, como una biblioteca o un refugio con gatetes (esto último es cosa mía…) Pero estar dedicando unas 20-30 horas semanales como en los otros sitios no tiene otro nombre sino trabajo gratis. Y, aunque él no me ha dicho nada, sé que no quiere que acabe fatigada como he acabado las otras veces. Cansada soy una gata insoportable, él debe saberlo mejor que nadie.
Así que, aunque este tipo no escuche mis razones y sea incluso capaz de menospreciar el trabajo que hago aquí, haré trabajo voluntario. No porque él me lo diga. Lo hago porque quizá encuentre algo que me guste y se me dé bien. Pero este tipo se querrá apuntar el tanto. Y si alguien se puede apuntar el tanto, ese es mi amigo, no él.
Y, a modo de curiosidad, me ha dado por calcular más o menos cuanto tiempo le dedico a NeuroAwesome por semana y me han salido unas 10 horas de media, sin contar el tiempo que paso en redes sociales, ya que no es un tiempo que use de forma exclusiva para las cuentas de Facebook y Twitter del proyecto. Pero sí, entre que busco información, la leo, aprendo por mi cuenta, mejoro pequeños detalles del blog, escribo, traduzco, edito mis escritos para el momento de la publicación semanal, modero los comentarios que empiezan a llegar e incluso los respondo hago esas diez horas. Y, a veces, si mi semana me lo permite, puedo dedicar incluso más tiempo. Normalmente mis “horas extra” sirven para dejar más artículos escritos y no tener que preocuparme por andar corta de contenido. A veces este extra lo uso para buscar más información y poderla ordenar. Y todo cuanto se os ocurra. Por supuesto, todo cuanto hago aquí es voluntario, y quiero que así lo siga siendo. De hecho, me resulta muy gratificante y quitando momentos puntuales es un trabajo libre de fatiga. ¿Por qué despreciar esto?
En cuanto a lo de esta agencia, este señor y toda la movida, si algo tengo claro es que no me queda más remedio que esperar el milagro de que alguna empresa vea todo el potencial que tengo y decidan darme un trabajo. Pero claro, si me fuerzan a seguir usando el método clásico de solicitar un trabajo, esperar a que me ofrezcan una entrevista y hacerla, entonces no verán nunca todo lo que puedo hacer. En cuanto a mí misma, debería dejar de rumiar. No soy una cabra ni una vaca como para poder vivir rumiando.
Yo también tengo esa costumbre de quedarse con un pensamiento o sensación molesta y pensar en ello una y otra vez. Tan así, ¡que a veces vuelvo a darle vuelta a cosas que me pasaron cuando tenia 7 años! Y no duermo pensando en ello y como me molesta.
ResponderEliminarTambién me suele pasar que la gente destaca fortalezas mías pero luego esto es despreciado en el acto, solo se queda en palabras. A mi me gusta dibujar y cuando niña decían que eran lindos, pero una profesora al mismo tiempo me decía que moriría de hambre si seguía haciendo eso (Supuestamente titulada de psicopedagoga). No estoy estudiando nada relacionado al dibujo (Que por cierto, objetivamente no son buenos pero lo hago por gusto) y también me he topado con gente que destaca mi facilidad para entender las clases mientras que dicen que "gente como yo" casi nunca encuentra trabajo. Esas contradicciones me cuestan demasiado trabajo entenderlas
Yo igual, y la única forma de librarme es vomitándolo. En cuanto a lo otro, como siempre digo, la forma más rápida de que menosprecien tus habilidades es ser una mujer discapacitada. Este texto es una prueba de ello. Objetivamente soy una persona que puede trabajar y tiene muchas cosas buenas, pero a la vez tiran todo eso por prejuicios. No entiendo a les humanes...
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