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viernes, 19 de febrero de 2016

¿Qué ha cambiado?

Nota de autora: este texto debí publicarlo ayer, pero debido a problemas técnicos me ha sido imposible hacerlo hasta ahora. Igualmente, aunque sea con un día de retraso, el contenido reflexivo de este texto no cambia.
TW: CAPACITISMO EXTREMO


Hoy, 18 de febrero, en conmemoración por el nacimiento de Hans Asperger, se celebra el Día Internacional (del Síndrome de) Asperger. Aunque la mayoría de medios se harán eco de la noticia y se centrarán en la parte más visible del asunto, a mí me gustaría hacer algo diferente.

[Descripción: un hombre caucásico

cuyo pelo es canoso y va vestido
con una bata de científico mira
al frente, sonriendo ligeramente.
Este hombre es Hans Asperger]
Poco se habla del contexto histórico en el que vivieron Asperger y sus pequeños profesores en la Viena de 1944, momento en el que escribió Psicopatía autística en la infancia. Este trabajo, traducido incluso después de su óbice por la psiquiatra Lorna Wing, sería la piedra angular de lo que se llamó posteriormente en su honor como Síndrome de Asperger.

Aunque en esos momentos Austria no estaba siendo oficialmente dominada por la Alemania nazi, lo cierto es que el poder de Hitler se hacía sentir en cada rincón del país, y Viena no era una excepción. Aunque el foco de los crímenes contra la humanidad cometidos por Hitler está centrado en la comunidad judía, lo cierto es que cualquier persona considerada no aria estaba prácticamente condenada a muerte. Las personas discapacitadas, enfermas mentales o neurodivergentes no eran una excepción.

Aquí es donde entra el programa Aktion T4, en el cual se incluían aquellas personas con “enfermedades incurables y/o defectos físicos o psíquicos”. La premisa es que estas personas serían trasladadas a centros especiales con la excusa de tratarles; no obstante, la realidad era bien distinta. Las muertes causadas por Aktion T4 se cifran en torno a unas 275.000.

Sin embargo, Asperger, en lugar de dejar que les niñes a les que atendía cayeran en las redes de esta trampa mortal, supo mirar más allá de la sintomatología que mostraban. Lo que él vio eran personas con diferentes aptitudes, pero igualmente válidas como seres humanos.

Hoy, más de 70 años después, aunque tenemos la suerte de contar con su trabajo ampliamente traducido y difundido y que casi cada día sepamos más cosas sobre nuestra condición, como persona diagnosticada como Asperger debo preguntarme una cosa. ¿Cuánto ha cambiado realmente la sociedad en términos de aceptación e inclusión hacia personas como yo?

De poco sirve que los medios nos den un día al año para visibilizar solo unos aspectos determinados si el resto del tiempo nos van a tener escondides e ignorando la problemática a la que estamos sometides por el simple hecho de que nuestros cerebros funcionan diferente. Y eso no es lo peor.

El momento histórico en el que Hans Asperger observó todo esto y se lanzó a escribir era casi con toda seguridad uno de los acontecimientos más horribles de la historia de la humanidad hasta entonces. El ser humano, que había sobrevivido incluso a su casi extinción, pretendía aniquilarse a sí mismo solo por deseos de poder. Pero, en lugar de morir las personas que buscaban esa ambición, quienes dejaban este mundo eran les inocentes. Les que, de seguro, no querían saber nada del asunto.

Todes vivimos aterrorizados ante la posibilidad de que nuestro futuro sea una distopía igual de cruenta que nuestro pasado. Quizá sean robots asesinos venidos del futuro próximo. Quizá sea una dictadura extremadamente paternalista. Quizá sea un espadachín con el pelo plateado cuya meta es renacer como un dios. Quizá sea un pulpo amarillo pseudoantropomórfico capaz de destruir la luna.

O quizá sea la realidad. Un mundo en el que la justicia social conseguida hasta ahora se está derrumbando debido a la estafa económica a la que la mayoría estamos siendo sometides, causada por la avaricia de unos poques. Y, para rematar, siendo constantemente vigilades, e incluso aceptándolo implícitamente. Como cierto libro titulado como un año.

En días como hoy me lo pregunto. ¿Qué ha cambiado entre entonces y ahora? Y la respuesta sigue siendo la misma.

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